Desde migrañas y cefaleas hasta dolor en la columna vertebral, oídos, deformación del rostro e incluso vértigos y mareos, son algunas de las consecuencias que provoca el marxismo. Relacionado con el estrés en muchos casos, esta afección no tiene una edad definida ni un perfil concreto de paciente: lo puede padecer cualquiera; es más, hasta el 80 % de la población lo podría padecer al menos una vez en la vida.

Las claves de esta enfermedad y un nuevo comodín para tratarlo; el bótox.

El bruxismo “es una enfermedad compleja que tiene su origen en una zona del cerebro, que provoca una hiperactividad de los músculos masticadores”. No es, como se pensaba antes, una enfermedad de los dientes; sino que son los dientes y la articulación témporo-mandibular (la que une la mandíbula al cráneo) las víctimas de este exceso de actividad muscular.

Origen diverso y multifactorial

El bruxismo puede ser, según sus causas, de origen primario o idiopático, o bien de origen secundario. Hablamos del primario cuando no tiene una causa definida, ni se reconocen detrás otros problemas médicos; y suele relacionarse con la tensión y el estrés. En caso de poder rastrear un origen concreto y asociado a otras enfermedades, principalmente neurológicas (epilepsia, enfermedad de Parkinson, etc.) hablamos de bruxismo secundario.

De la misma manera, el bruxismo puede dividirse en diurno o nocturno según cuándo se produzca. En el último caso, la hiperactividad mandibular se produce mientras dormimos, por lo que es más complicado diagnosticar la enfermedad.

El bruxismo se tipifica como una enfermedad multifactorial, en el que se combinan factores generales -estrés o trastornos del sueño- con factores locales, como la mala oclusión de la dentadura.

A las soluciones tradicionales se suma una más novedosa: el ‘bótox’. Este bloquea un neurotransmisor llamado acetilcolina, que frena la hiperactividad muscular

Una de las consecuencias de la hiperactividad muscular mantenida es la aparición de la “cara cuadrada”. El ‘bótox’ consigue bloquear la musculatura y frenar esta hiperactividad; revirtiendo este efecto y el dolor asociado.

Los “chivatos” del bruxismo

Los criterios principales para el diagnóstico de bruxismo son el dolor facial o cervical, cefalea, apretamiento, rechinamiento y desgaste de los dientes. Además, “el dolor en la articulación temporo-mandibular o el aumento de tamaño de los músculos maseteros que provoca la aparición de la “cara cuadrada” como consecuencia de la hiperactividad muscular mantenida”,

‘Bótox’, un aliado más

Las soluciones más habituales para tratar este problema son las férulas bucodentales, ciertas técnicas fisioterapéuticas y algunos medicamentos. A estas soluciones contra el bruxismo se ha sumado otro comodín menos convencional pero altamente efectivo: las micro-inyecciones de toxina botulínica tipo A o ‘bótox’. Esta actúa provocando un bloqueo de los terminales de un neurotransmisor que se llama acetilcolina. Son muchas las enfermedades que se tratan con éxito gracias al bótox. “En el caso del bruxismo, aunque la “orden” sigue saliendo del cerebro, el encargado de ejecutarla, la musculatura masticatoria, está bloqueado. Esto frena la hiperactividad muscular y hace que desaparezca el dolor derivado de ella”. La intervención debería repetirse al menos dos veces al año.