Los dientes de leche están menos mineralizados, existe una menor protección de la dentina y la pulpa es más amplia, aspectos que hacen más vulnerables a la caries a los bebés y a los niños menores de 5 años.

¿Por qué es importante prevenir la caries?

La caries es una enfermedad infecciosa que se puede prevenir. Las repercusiones de la caries son múltiples y eventualmente graves. Pueden comenzar con un episodio doloroso, inflamaciones locales de diversa gravedad, visitas urgentes, complicaciones agudas o a largo plazo incluso en hospitalizaciones.  Lo peor es que un niño con caries tiene más probabilidades de padecerla también en su vida adulta y de que tenga que someterse a múltiples restauraciones en los dientes definitivos.

¿Se puede detener la caries?

Las agentes infecciosos más comúnmente involucrados son el Streptococcus mutans y algunos Lactobacillus que, alimentándose de azúcares, crean un ambiente ácido en la boca que puede desmineralizar el esmalte dental. El avance de la caries puede detenerse si se actúa precozmente, antes de que se formen cavidades que requerirán tratamientos más complejos.

¿Cuándo podemos empezar a ocuparnos de la salud dental infantil?

Incluso antes de que nazca el bebé, la futura mamá ya puede empezar la prevención ocupándose de la propia salud dental. La flora bucal de la madre es uno de los factores más importantes de predicción de futuras caries del niño.

¿Qué hacer si aún no han salido los dientes?

“Si no hay dientes, no hay que preocuparse aún por la salud dental del bebé” no es para nada cierto. Los papás interesados en la salud bucal del bebé deben empezar por evitar la transmisión de saliva y en caso de utilizar chupete, optar por aquellos de diseño anatómico. En efecto, cuanto más precoz sea la colonización bacteriana de la boca del bebé, más riesgo de caries se adquiere. En este sentido conviene evitar la transferencia de bacterias del adulto al bebé desaconsejándose los besos en la boca, compartir cuchara o limpiar el chupete con la saliva del adulto.

Además durante los primeros meses de vida resulta fundamental evitar el uso del biberón cuando el niño está dormido. En su lugar deben instalarse hábitos precoces de higiene oral, como pasar una gasa húmeda por las encías para retirar los restos alimentarios. De forma adicional, el masaje de las encías proporciona un gran estímulo para las funciones orales.

¿Y cuándo aparecen los dientes?

Algunos lactantes se presentan claramente irritables o incómodos, babean profusamente, sus deposiciones aparecen blandas y dan claras muestras de las molestias que la erupción dentaria les proporciona. A veces incluso puede elevarse la temperatura pudiendo precisar la prescripción de algún remedio. Otros, en cambio, amanecen con una nueva pieza en las encías sin haber dejado de comer ni de dormir un sólo día. Naturalmente una vez eclosionados los dientes, se pueden limpiar, una o preferentemente dos veces al día con una gasita, un dedal de silicona o cepillo infantil. Cuando el pediatra lo autorice se suspenderán las tomas nocturnas y, entretanto se procurará mantener los dientes limpios durante la noche.

A los dos años, el biberón forma parte de la historia del niño y ha llegado el momento de deshacerse del chupete si aún está presente en la vida del bebé. Los niños con bajo riesgo de caries pueden jugar con su cepillo de dientes a imitar a los adultos o a los hermanos mayores, pero sin dentífrico. Cuando el odontólogo determina que el riesgo es mayor se puede utilizar una pasta fluorada de 1000 partes por millón, raspando la pasta con el cepillo para tomar solo una  cantidad limitada. Mientras los niños aprenden son los padres los que concluyen la tarea del cepillado correcto.

Entre los tres y los cinco años hay que enseñar al niño la técnica correcta de cepillado de los 20 dientes y asistirles para usar solamente la cantidad equivalente a un guisante de pasta fluorada con 1000-1450 ppm, una vez que el niño haya aprendido a escupir.